No hubo ni un solo día durante el largo exilio de nuestro pueblo en el que no recordáramos la tierra de Israel. Todas las generaciones añoramos habitar de nuevo esta tierra. Rezamos por ella en -básicamente- todas nuestras plegarias. Soñamos con Israel días y noches durante dos mil años. No pasó un solo día en el que los judíos no recordáramos a Jerusalem. Incluso en el momento más alegre de la vida del hombre, su matrimonio, recordamos en llanto a la reconstrucción de Jerusalem.
Jerusalem, la cual fue destruida por las legiones romanas que rompieron las murallas de Jerusalem el día 17 de Tamuz del año 70. Tres semanas después de haber quebrado las murallas de nuestra capital, el general Tito y su ejército incendiaron nuestro Templo. Ese día es recordado como el más oscuro de nuestra historia, el día 9 del mes de Av. Pasaron Exactamente Tres Semanas entre esas dos fechas: desde el comienzo de la destrucción hasta la destrucción total.
Pero nuestro pueblo es eterno. Un pueblo que logra su primera independencia nacional al salir de la esclavitud en Egipto, el 15 de Nisan; ese día nacemos como nación. Y como Hashem organiza Su mundo: Exactamente Tres Semanas después de esa fecha coincide el día 5 de Iyar, fecha en la que nace el Estado de Israel. Pasan Exactamente Tres Semanas: desde el comienzo de nuestra primera redención hasta la redención total.
El cronista Flavio Josefo relata que en el año 70, durante la invasion de las legiones romanas a Jerusalem, los invasores romanos le ofrecieron a los combatientes judíos rendirse. No obstante, los valientes guerreros judíos rechazaron la oferta y siguieron luchando hasta su último aliento. Siguieron combatiendo, incluso con el Templo ardiendo en llamas detrás de ellos. Cuánto dolor.
Hoy, después de 2000 años, los descendientes de esos mismos combatientes judíos retornan a casa. El Pueblo Judío volvimos a nuestra tierra ancestral. Esta vez, no para rendirnos ni para ver la destrucción de nuestra patria, sino por el contrario, para ver a nuestro Estado renacer y florecer. Volvimos para que Israel renazca de entre los huesos secos. El Estado de Israel, la muestra de que nuestro pueblo nunca se rindió; ni ante los romanos, ni ante la imposibilidad histórica.
Aún así, hay que recordar que nuestra independencia no es gratis. Debemos pagar un precio muy alto por ella; tanto a nivel nacional como a nivel individual. Yo, personalmente, durante mi servicio en el ejército, tuve que combatir muchas en operaciones militares y enfrentarme cara a cara con aquellos que quieren nuestra destrucción. Tuve que combatir en la Operación Margen Protector en el 2014 contra los terroristas de Hamas. Tuve que acostumbrarme al dolor de saber que no volveré a ver a muchos de mis hermanos soldados caídos en combate. Hermanos israelíes, jóvenes de mi edad, que dieron su vida para que nuestro Estado siga floreciendo.
Los judíos pagamos un precio alto, pero nunca, nunca, dejaremos que Israel vuelva a arder en llamas. Porque aunque el precio de nuestra libertad es alto, debemos recordar que el precio del exilio es aún más alto. Si tan solo hubiéramos podido tener nuestro Estado y ejército durante la Shoa…
Por eso es que si Hashem nos dio la oportunidad de vivir en esta generación, no podemos desperdiciarla. No podemos ser apáticos a este momento histórico en el que se nos permitió vivir ¿Dónde están los romanos y donde está su idioma? Ambos desaparecieron. Pero Am Israel seguimos aquí, hablando nuestro idioma milenario en nuestra tierra milenaria. Beezrat Hashem que cada uno de nosotros tome parte en la reconstrucción de Israel, amén.
אין בין העולם-הזה לימות המשיח אלא שעבוד מלכויות בלבד (סנהדרין צט)