Un grupo de alumnos de la Yeshiva en Jerusalem estábamos caminando por la calle alrededor de nuestro rabino, el Rav Uri Sherki, para así poder absorber cada gota de su sabiduría; bien fuera escuchando sus profundas enseñanzas o simplemente observando su precisa forma de actuar. Cada paso e instante que uno andaba junto al Rav Uri era como leer capítulos enteros de Tora, por eso queríamos aprovechar cada segundo junto a él.
A lo largo del trayecto, los alumnos le formulábamos preguntas de diferentes temas al rabino Uri y él nos respondía mientras recorríamos por las calles de Jerusalem. Cuando de repente, en medio del recorrido, el Rav se detuvo súbitamente en su lugar causando que todo el grupo de alumnos frenáramos en seco. Miré al Rav para entender por qué razón se detuvo y noté que él se quedó analizando a unos obreros que estaban arreglando un pedazo de la calle.
Por un segundo pensé que el Rav querría tomar otro rumbo ya que esos obreros estaban taladrando el pavimento y que, de pasar por ahí, el ruido de la construcción no nos dejaría seguir escuchando al rabino. Y fue ahí cuando inesperadamente el Rav Uri, con mucha emoción, pronunció las palabras:
בָּרוּךְ בּוֹנֵה יְרוּשָׁלָיִם! (¡Bendito el que construye Jerusalem!)
La enseñanza del Rav fue muy clara.
Nuestro pueblo ha recitado frases como esta, o como “El próximo año en Jerusalem”, durante milenios pero lastimosamente sin poder vivenciarlas realmente debido al abrumador Exilio. Jerusalem era una utopía para nuestros antepasados; era una cuidad inalcanzable. Lo que para nuestros ancestros no era más que un nostálgico rezo, para nosotros milagrosamente es la realidad del día a día.
Y aunque -tristemente- nuestros ancestros no hayan tenido la suerte de poder ver una Jerusalem reconstruida, sus rezos sí enfrascaron las esperanzas y los sueños que nutrieron el alma judía hasta nuestros días. Fueron esos rezos de nuestros antepasados los que preservaron e imprimieron a Yerushalaim en el espíritu nacional de Am Israel. Es decir, gracias a que ellos nunca olvidaron Jerusalem, nosotros nunca perderemos Jerusalem.
Y pienso que del mismo modo en que nuestros ancestros nunca olvidaron las palabras de los profetas de Israel (los cuales nos aseguraron que algún día volveríamos a nuestra capital), nosotros en nuestra generación no podemos olvidar las demás visiones de los profetas que hablan de una humanidad ideal.
Como judíos debemos siempre tener presente el objetivo milenario de nuestro pueblo: alcanzar un Mundo de paz, siendo luz de las naciones. Es decir, que a través de un comportamiento íntegro a nivel individual, familiar, social y nacional, lograremos ser ejemplo a la humanidad. Y así como los judíos pedíamos volver a Jerusalem (hasta que lo hicimos), ahora debemos pedir por un mundo ideal (hasta que lo hagamos).
Bendito el que construye Jerusalem y el que construye todo el Estado de Israel. No solo sus calles y edificios, sino su contenido social, espiritual y cultural. Beezrat Hashem, que tomemos parte en contribuir a este sueño milenario en el que nuestra generación tiene el mérito de vivir, amén.
Baruj Ata Adonay Boné Berajaman Yerushalayim (Bendito seas Tú Dios que construyó Yerushalayim con Misericordia)