Posterior a la destrucción del Segundo Templo de Jerusalem y nuestro exilio debido a la conquista romana sobre Israel en el año 70, el trauma del pueblo judío fue tal, que pasamos de ser un Estado (reino) independiente para convertirnos en pequeñas comunidades dispersas por la diáspora. Por muchos siglos olvidamos que somos una Nación con tradiciones y comenzamos a creernos eso de que somos una religión herrando entre los demás pueblos. Finalmente y Baruj Hashem después de dos mil años, comienza la redención de Israel el 14 de mayo de 1948 cuando David Ben Gurión proclama el establecimiento formal del Estado de Israel.
Que el Mashiaj y la geulá (redención) vengan por medio del Estado de Israel es uno de los temas más polémicos entre las mismas corrientes del judaísmo, pues siempre es formulada la clásica pregunta de ¿Este resurgimiento de Israel y “supuesta redención”, cómo puede venir gracias a los judíos sionistas laicos, que no sólo son laicos, sino que en muchos casos son incluso anti-religiosos? ¿Acaso la geulá no es un concepto religioso que implica un Israel donde todos siguen las leyes Divinas y donde todos son tzadikim y jajamim?
La Torá (en la Parashá, Shemot 13:17) nos dice: “Y fue después que el Faraón dejó ir al pueblo, Hashem no los condujo por el camino de la tierra de los pelishtim -que estaba cerca- porque dijo Dios: Para que no se arrepienta el pueblo cuando vea la guerra, y se vuelva a Egipto”. En el anterior versículo vemos que Hashem consideró que el camino más corto geográficamente no era necesariamente el más óptimo para llegar a la tierra de Israel. La razón de esto, de acuerdo al texto, es que Israel como pueblo no estaba listo para encararse a una batalla. Esta inhabilidad bélica por supuesto que no se debía a alguna incapacidad física pues anteriormente en la Tora está escrito: “Y los hijos de Israel fructificaron y se multiplicaron, y fueron aumentados y fortalecidos en extremo…” (Shemot 1:7). Incluso el mismo Faraón, líder de la nación más poderosa del planeta en este entonces consideró a Israel como una amenaza nacional y es citado en Shemot 1:9,10: “He aquí, el pueblo de los hijos de Israel es mayor y más fuerte que nosotros. Ahora seamos sabios, para que no se multiplique y acontezca que viniendo guerra, él también se una a nuestros enemigos y pelee contra nosotros…”.
Entonces si los hijos de Israel eran tan fuertes como está escrito, ¿cuál era la duda de Dios de conducirlos por el camino de la batalla?
Hashem entendía muy bien que el pueblo de Israel no estaba listo para conquistar Eretz Israel. No debido a razones técnicas sino más bien por razones psicológicas, pues en el aspecto mental, este Israel recién liberado de la esclavitud de Egipto seguía siendo un pueblo de subyugados. Posteriormente la Torá nos relata cómo éste proceso para superar el trauma colectivo de esclavitud tardó 40 años, hasta los tiempos en que Yoshua Bin Nun toma el liderazgo y atraviesa el Jordán para la fin entrar y conquistar la tierra Prometida a Abraham, a Itzhak y a Yaacov.
Hace poco más de 100 años (finales del siglo XIX y comienzos del XX), aparecen los Jalutzim, pioneros inmigrantes sionistas que empeñaron sus vidas para hacer florecer, defender y habitar la tierra de Israel, los cuales soñaron con que algún día allí existiría un Estado independiente para los judíos. Casi la totalidad de los jalutzim eran laicos y plenamente desprendidos de los rituales halájicos. Si hipotéticamente ellos hubieran sido religiosos, lo cierto es que no sería difícil de entender que el motor inspirador para el objetivo al que se dedicaron fue la palabra Divina, pues en casi todos los versículos de la Torá se menciona a la tierra Prometida. Pero en el momento en que los judíos que más alejados estaban de las escrituras sagradas, los cuales no tenían ni la menor idea de lo que está escrito en el Tanaj, los cuales no tenían ningún interés religioso, etc., cuando precisamente son estos los judíos que hacen florecer la tierra de Israel cumpliendo y materializando las profecías de la redención, ésta es la señal que detrás de este desarrollo histórico está actuando la mano de Hashem
La diferencia entre la redención de Egipto en el Tanaj y la redención de 1948 es que mientras que en el desierto tomó 40 años en superar el trauma del exilio, para la redención de nuestros días tardamos 2000 años en recordar quiénes somos; 2000 años para sanar la profunda herida.
¿Acaso Moshé no creció en la mismísima casa del faraón? Después de ver cómo un hombre egipcio golpeaba a un hebreo, fue cuando Moshe optó por escapar de la casa del faraón para posteriormente convertirse en el líder que guiaría a Israel hacia su tierra. Este concepto de que el líder de Israel proviene de “Egipto” lo vemos en un interesante paralelismo con Teodoro Hertzel z”l, un judío aparentemente laico el cuál se crió en la cultura de la Europa ilustrada (el Egipto de aquel entonces). Al ver la destitución militar, la humillación y evento antisemita ocurrido contra Alfred Dreyfuss en Francia, es desde aquí cuando Hertzel no solamente plantea la creación del Estado judío, sino que dedica su vida hasta sus últimos días a este fin convirtiéndose en el líder que “sacó” a los judíos de la diáspora para retornarlos a Israel.
Por supuesto no estoy diciendo que Hertzel sea estrictamente Moshe, sino es al concepto al que quiero resaltar. Debemos entender en qué forma se manifiesta la idea de que el pueblo judío vuelve a sus raíces nacionales, a su tierra, a su independencia, a regresar a ser parte de la familia de las naciones y dejar de ser comunidades dispersas y subyugadas.
Israel debe tener primero huesos, carne y piel para así poder tener un espíritu. Es decir, el Estado debe desarrollar óptimamente su lado económico, territorial, cultural, demográfico y demás características materiales para así posteriormente tener una base en la cual se pueda cultivar la Torá. La complejidad de este asunto aparece precisamente en saber cómo unificar al sector religioso con el sector laico nacional.
Nuestros sabios nos cuentan que Moshe era “tartamudo, y no por tener algún defecto físico, sino porque él no estaba seguro de en qué idioma debería hablarle al pueblo de Israel: si en hebreo, si en egipcio, si en egipcio con acento hebreo, si en hebreo con acento egipcio…
Este es nuestro deber como generación, saber el “idioma” con el cuál hablar a nuestro propio pueblo. Unificar los sectores fraccionados del pueblo de Israel: profundizar en las tradiciones y estudios de nuestros padres sin dejar a un lado lo que respecta al Estado de Israel y las labores nacionales. Preocuparnos por la seguridad tanto física, económica y social como por la continuidad espiritual. Fortalecer el cuerpo y el alma de Israel.
Solamente fusionando Torá, nación, cosmopolita y por supuesto, amor gratuito es que lograremos la profecía de la Geulá completa: “Israel luz de las naciones”.